29 de abril de 2012 (Juan 10, 11-18)
El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en
algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como
ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle
nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.
No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús.
Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus
hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor
autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como
un pastor bueno que cuida de ellas.