Jesús emprende con decisión su marcha hacia
Jerusalén. Sabe el peligro que corre en la capital, pero nada lo
detiene. Su vida solo tiene un objetivo: anunciar y promover el proyecto
del reino de Dios. La marcha comienza mal: los samaritanos lo rechazan.
Está acostumbrado: lo mismo le ha sucedido en su pueblo de Nazaret.
Jesús sabe que no es fácil acompañarlo en su vida de profeta itinerante.
No puede ofrecer a sus seguidores la seguridad y el prestigio que
pueden prometer los letrados de la ley a sus discípulos. Jesús no engaña
a nadie. Quienes lo quieran seguir tendrán que aprender a vivir como
él.
sábado, 29 de junio de 2013
viernes, 21 de junio de 2013
Evangelio del Decimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
La escena es conocida. Sucedió en las cercanías de Cesarea de Filipo.
Los discípulos llevan ya un tiempo acompañando a Jesús. ¿Por qué le
siguen? Jesús quiere saber qué idea se hacen de él: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esta
es también la pregunta que nos hemos de hacer los cristianos de hoy.
¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué idea nos hacemos de él? ¿Le
seguimos?
¿Quién es para nosotros ese Profeta de Galilea, que no ha dejado tras de sí escritos sino testigos? No basta que lo llamemos “Mesías de Dios”. Hemos de seguir dando pasos por el camino abierto por él, encender también hoy el fuego que quería prender en el mundo. ¿Cómo podemos hablar tanto de él sin sentir su sed de justicia, su deseo de solidaridad, su voluntad de paz?
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Evangelio del Domingo
sábado, 1 de junio de 2013
Evangelio del Domingo del Cuerpo y la Sangre de Cristo
La crisis económica va a ser larga y dura. No nos
hemos de engañar. No podremos mirar a otro lado. En nuestro entorno más o
menos cercano nos iremos encontrando con familias obligadas a vivir de
la caridad, personas amenazadas de desahucio, vecinos golpeados por el
paro, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o
medicación. Nadie sabe muy bien cómo irá reaccionando la sociedad. Sin
duda, irá creciendo la impotencia, la rabia y la desmoralización de
muchos. Es previsible que aumenten los conflictos y la delincuencia. Es
fácil que crezca el egoísmo y la obsesión por la propia seguridad.
Pero también es posible que vaya creciendo la solidaridad. La crisis nos puede hacer más humanos.
Nos puede enseñar a compartir más lo que tenemos y no necesitamos. Se
pueden estrechar los lazos y la mutua ayuda dentro de las familias.
Puede crecer nuestra sensibilidad hacia los más necesitados. Seremos más pobres, pero podemos ser más humanos.
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