Sin fuego no es posible
En un estilo claramente profético, Jesús resume su vida entera con unas palabras insólitas:
“Yo he venido a prender fuego en el mundo, y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!”. ¿De
qué está hablando Jesús? El carácter enigmático de su lenguaje conduce a
los exegetas a buscar la respuesta en diferentes direcciones. En
cualquier caso, la imagen del “fuego” nos está invitando a acercarnos a
su misterio de manera más ardiente y apasionada.
El fuego que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren.
Jamás podrá ser desvelado ese amor insondable que anima su vida entera.
Su misterio no quedará nunca encerrado en fórmulas dogmáticas ni en
libros de sabios. Nadie escribirá un libro definitivo sobre él. Jesús
atrae y quema, turba y purifica.
Nadie podrá seguirlo con el corazón apagado o con piedad aburrida.
Su palabra hace arder los corazones. Se ofrece amistosamente a los
más excluidos, despierta la esperanza en las prostitutas y la confianza
en los pecadores más despreciados, lucha contra todo lo que hace daño al
ser humano.
Combate los formalismos religiosos, los rigorismos inhumanos y las interpretaciones estrechas de la ley.
Nada ni nadie puede encadenar su libertad para hacer el bien. Nunca
podremos seguirlo viviendo en la rutina religiosa o el convencionalismo
de “lo correcto”.