sábado, 26 de julio de 2014

Comentario al evangelio del domingo

La gran oportunidad


Domingo XVII del tiempo ordinario, ciclo A
Mt 13,44-52

En este domingo continuamos escuchando en la «eucaristía dominical» las parábolas de Jesús que el evangelista Mateo concentra en el cap. 13 de su evangelio.
Destaco dos de las tres que nos ofrece la liturgia, la del tesoro escondido y la de la perla de gran valor. Igual que las anteriores, comienzan con la expresión: «El reino de los cielos se parece…» Es fácil imaginarse la atención de los que escuchaban a Jesús cuando cuenta que uno que trabaja en el campo de otro –como la mayoría de ellos– encuentra de forma fortuita un tesoro; ¡que afortunado! pensarían todos, ¿quién estuviese en su lugar? Seguramente la generalidad haría algo parecido a lo que hizo el personaje de la narración: «va a vender todo lo que tiene y compra el campo» Venderían, sin pensárselo dos veces, sus escasos bienes, por conseguir el campo donde está el tesoro que acabará con todos sus quebraderos de cabeza. De forma similar ocurre con el comerciante de perlas finas –oficio que les queda algo más lejano, pero sí conocido por la mayoría– que al encontrar una perla de gran valor, exquisita, también vende todo por conseguir algo tan perfecto, tan excelente.
No podemos perder de vista el inicio de estas parábolas: el tesoro escondido y la perla de gran valor, los está comparando Jesús con el reino de los cielos, el reino de Dios. Este reino proclamado por Jesús es la gran oportunidad para todos: no es algo alienante; es capaz de saciar todas nuestras expectativas.
Javier Velasco-Arias

Evangelio del décimo séptimo Domingo del tiempo ordinario

La decisión más importante


El evangelio recoge dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y decisión lo que tienen, y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así reaccionan los que descubren el reino de Dios.
Al parecer, Jesús teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre, que consiste en conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso, encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.

viernes, 11 de julio de 2014

Evangelio del decimo quinto domingo del tiempo ordinario

Una crisis con cinco interrogantes y siete parábolas
Al llegar a este momento del evangelio de Mateo (capítulo 13), el horizonte ha comenzado a oscurecerse. Lo que comenzó tan bien, con el seguimiento de cuatro discípulos, el entusiasmo de la gente ante el Sermón del Monte, los diez milagros posteriores, ha cambiado poco a poco de signo. Es cierto que en torno a Jesús se ha formado un pequeño grupo de gente sencilla, agobiada por el peso de la ley, que busca descanso en la persona y el mensaje de Jesús y se convierten en “mis hermanos, mis hermanas y mi madre”. Pero esto no impide que surjan dudas sobre él, incluso por parte de Juan Bautista; que gran parte de la gente no muestre el menor interés, como los habitantes de Corozaín y Betsaida; y, sobre todo, que el grupo religioso de más prestigio, los fariseos, se oponga radicalmente a él y a su doctrina, hasta el punto de pensar en matarlo.
            Mateo está reflejando en su evangelio las circunstancias de su época, hacia el año 80, cuando los seguidores de Jesús viven en un ambiente hostil. Los rechazan, parece que no tienen futuro, se sienten desconcertados ante sus oponentes, no comprenden por qué muchos judíos no aceptan el mensaje de Jesús, al que ellos reconocen como Mesías. Las cosas no son tan maravillosas como pensaban al principio. ¿Cómo actuar ante todo esto? ¿Qué pensar? Mateo, basándose en el discurso en parábolas de Marcos, pone en boca de Jesús, a través de siete parábolas, las respuestas a cinco preguntas que siguen siendo válidas para nosotros: