Vivir de su presencia
El relato de Juan no puede ser más sugerente e interpelador. Solo cuando ven a Jesús resucitado en medio de ellos,
el grupo de discípulos se transforma. Recuperan la paz, desaparecen sus
miedos, se llenan de una alegría desconocida, notan el aliento de Jesús
sobre ellos y abren las puertas porque se sienten enviados a vivir la
misma misión que él había recibido del Padre.
La crisis actual de la Iglesia, sus miedos y su falta de vigor
espiritual tienen su origen a un nivel profundo. Con frecuencia, la idea
de la resurrección de Jesús y de su presencia en medio de nosotros es más una doctrina pensada y predicada, que una experiencia vivida.
Cristo resucitado está en el centro de la Iglesia, pero su presencia
viva no está arraigada en nosotros, no está incorporada a la sustancia
de nuestras comunidades, no nutre de ordinario nuestros proyectos. Tras veinte siglos de cristianismo, Jesús no es conocido ni comprendido en su originalidad. No es amado ni seguido como lo fue por sus discípulos y discípulas.