Nada de eso entre vosotros
Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo,
se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. No necesitan de
los demás. Quieren hacerse con los puestos más privilegiados y ser los
primeros en el proyecto de Jesús, tal como ellos lo imaginan. Su
petición no es una súplica sino una ridícula ambición: «Queremos que
hagas lo que te vamos a pedir». Quieren que Jesús los ponga por encima
de los demás.
Jesús parece sorprendido. «No sabéis lo que pedís». No le han
entendido nada. Con paciencia grande los invita a que se pregunten si
son capaces de compartir su destino doloroso. Cuando se enteran de lo
que ocurre, los otros diez discípulos se llenan de indignación contra
Santiago y Juan. También ellos tienen las mismas aspiraciones. La ambición los divide y enfrenta.
La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompen siempre la
comunión de la comunidad cristiana. También hoy. ¿Qué puede haber más
contrario a Jesús y a su proyecto de servir a la liberación de las
gentes?
El hecho es tan grave que Jesús «los reúne» para dejar claro cuál es
la actitud que ha de caracterizar siempre a sus seguidores. Conocen
sobradamente cómo actúan los romanos, «jefes de los pueblos» y «grandes»
de la tierra: tiranizan a las gentes, las someten y hacen sentir a
todos el peso de su poder. Pues bien, «vosotros nada de eso».