
Jesús alerta con frecuencia sobre el riesgo de quedar atrapados por la atracción irresistible del
dinero.
El deseo insaciable de bienestar material puede echar a perder la vida
de una persona. No hace falta ser muy rico. Quien vive esclavo del
dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan. Según Jesús,
“donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
Esta visión del peligro deshumanizador del dinero no
es un recurso del Profeta indignado de Galilea. Diferentes estudios
analizan el poder del dinero como una fuerza ligada a pulsiones
profundas de autoprotección, búsqueda de seguridad y miedo a la
caducidad de nuestra existencia.
Sin embargo, para Jesús, la atracción del dinero no es una especie
de enfermedad incurable. Es posible liberarse de su esclavitud y empezar
una vida más sana. El rico no es “un caso perdido”. Es muy esclarecedor el relato de Lucas sobre el encuentro de Jesús con un hombre rico de Jericó.