lunes, 5 de marzo de 2012

¿Eternizar la felicidad?

Hay momentos en la vida en que quisiéramos que el tiempo se detuviera indefinidamente. Momentos especiales de gozo, de felicidad, de bonanza. ¿Qué deseo tan humano, entonces, querer eternizar los momentos de felicidad y, como los apóstoles, decir: "que de bien estamos aquí!", Quedémonos así para siempre. Pero eso sería vivir en las nubes, en un mundo ficticio, huir de la realidad. La vida real tiene penas y glorias y en muchos casos, porque la vida es injusta, más penas que glorias. Con todo, probablemente si no pasáramos por momentos de oscuridad o de sufrimiento no sabríamos valorar suficientemente los momentos de dulzura y de gozo que también nos trae la vida. Y quizá ni siquiera nos esforzaríamos para conseguirlos. De hecho, uno acaba descubriendo, sin quererlo, que a menudo las experiencias de sufrimiento nos permiten sacar lo mejor de nosotros mismos. Nos permiten elevarnos por encima de las propias fuerzas y vivirnos trascendidos. Acabamos, entonces, invirtiendo la escala de valores, haciendo hincapié en cuestiones fundamentales que habíamos dejado de lado porque aspectos, que ahora nos resultan ridículos y banales, nos mantenían atrapados. Acabamos aprendiendo también, que tenerlo todo de cara o demasiado fácil no nos hace mejores personas, ni en el fondo más felices, sino generalmente más insatisfechos y más narcisistas.
Seguramente en muchos momentos los apóstoles deberían pensar que ojala Cristo hubiera permanecido majestuoso y glorioso para siempre, como en la montaña del Tabor. Ojala se hubiera ahorrado la crueldad de la cruz. A menudo también nosotros pensamos, ojala en el mundo no hubieran maldades, injusticias, sufrimientos, desgracias ....... pero no es así.

No son, entonces, las injusticias, las dificultades, los obstáculos, el mal, el sufrimiento ..... un llamamiento a nuestra transfiguración y también a la transfiguración del mundo?

Mar Galceran

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