sábado, 1 de septiembre de 2012

Comentario al Evangelio (X. Pikaza)

El evangelio selecciona algunos pasajes de Mc7, una “carta magna” de la libertad cristiana, que recoge la doctrina y conducta básica de Jesús, tal como ha sido interpretado por la Iglesia, en una línea influida por Pablo. Por eso he querido comentarlos con cierta extensión, para aquellos que tengan tiempo y puedan meditarlos y aplicarlos a su vida.
Dejar que brote en nosotros el buen corazón, ésa es la tarea esencial del evangelio. En ese fondo se descubre el riesgo del pecado, un corazón malo del que brotan envidias, asesinatos, perversidades...Éste es el mensaje del texto, que puede dividirse en tres secciones, que presento aquí a partir de mi lectura de Marcos (comentando al final, de un modo sistemático, la tabla de pecados que recoge el evangelio).

1) Acusación de fariseos y escribas contra los discípulos de Jesús porque no guardan un tipo de pureza ritual en las comidas, según la tradición de presbíteros, escribas y fariseos del nuevo judaísmo, que se está imponiendo sobre todos los grupos judíos, a partir del 70 dC (7, 1-5).
2) Anti-acusación de Jesús que critica a sus críticos, diciendo que no cumplen el mandato fundante de Dios (7, 6-8. 14-15), tal como ha sido recogido por los profetas. Se distinguen así dos tipos de judaísmo: Uno más legal (en línea farisea), otro más profético y universal, en la línea de Jesús y de sus seguidores.

3) Enseñanza general Jesús y de la Iglesia primitiva sobre la pureza interior y el riesgo del pecado, explicada a sus discípulos. El texto ofrece una tabla básica de pecados, con la doctrina del cristianismo judeo/helenistasobre la interioridad y universalidad mesiánica (7, 21-23).
Este evangelio no es una crítica en contra del “buen judaísmo” (¡que existe, gracias a Dios, y es admirable!), sino en contra del mal judaísmo que puede pervivir y pervive en muchos cristianos legalistas, que olvidan el buen corazón, para seguir defendiendo tradiciones falsas de los presbíteros de turno.
1.- Acusación de los judíos rabínicos (7, 1-5)
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. ( Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes la manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas. ). Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús "¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los presbíteros"?
a: Ocasión (7, 1-2). Fariseos y escribas observan la impureza alimenticia de los discípulos.
b: Paréntesis explicativo (7, 3-4). Mc explica, en un aparte literario, las normas de pureza judías.
a': Pregunta concreta (7, 5). Fariseos y escribas plantean a Jesús la cuestión de la pureza
Ellos (fariseos y escribas) mantienen la tradición de los presbíteros o antepasados que aparecen como padres fundadores, guardianes de la historia y garantes de la identidad actual del pueblo. Por eso defienden la vieja Ley Escrita (Pentateuco, Biblia Hebrea) y la completan y/o explicitan con la Ley Oral, fijada por unas tradiciones que ellos cultivan con esmero, y que han sido después codificadas en la Misná (siglo II d. de C.).
Así han trazado en torno al pueblo una especie de valla de seguridad (cf. Abot 3, 13), un muro de protección que les permita vivir en santidad y pureza, tanto en plano personal (cada uno cumple la Ley) como a nivel comunitario (esa Ley identifica y distingue al pueblo). Dios mismo se revela a través de la tradición, de tal manera que la fe en Dios aparece como experiencia de vinculación nacional a través de los ritos (tradiciones) de los presbíteros
Estos judíos se separan así del resto de los hombres a través de una serie de tradiciones de limpieza y comida. Ellos deben purificarse para comer y no pueden sentarse a la mesa con los gentiles, sobre todo en los días de fiesta. Desde este fondo han planteado su objeción a Jesús, que ha compartido la comida en descampado (con todos), sin sujetarse a las normas de pureza y se ha dejado tocar por los impuros (enfermos).
Lógicamente, en esa línea, siguiendo una serie de disputas anteriores recogidas ya por Marcos (cf. 2, 1-13; 2, 23-3, 6; 3, 22-30) los responsables de este “puro” Israel critican a Jesús criticando a sus discípulos: Comen el pan con mano “impura”, no se lavan ritualmente….
--Jesús ofrece su alimento compartido a todos los que vienen, rompiendo para ello las normas de comensalía ritual intrajudía. Le preocupan los pobres: que todos los humanos puedan compartir el don del reino, expresado en la comida.
-- Escribas y fariseos acentúan la importancia de la pureza ritual del judaísmo. Mientras Jesús ofrece un proyecto universal de mesa compartida ellos siguen discutiendo sobre normas de comensalidad nacional.
Aquí se fija la separación entre iglesia y judaísmo. Jesús insiste en la comida abierta, en gratuidad, apertura a los pobres y comunicación universal. Escribas y fariseos acentúan la comida limpia, acentuando la identidad e integración de grupo. Así se plantea el dilema: ¿Compartir los panes con todos o sólo con los miembros del grupo de los puros? ¿dar primacía a la comunicación universal, con riesgo de caer en algún tipo de impureza, o crear islas pequeñas, resguardadas, de pureza intensa en el mar de impureza de este mundo?
2. Respuesta profética(Mc 7, 6-8. 14-15)
Él contesto:
"Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
"Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan / son preceptos humanos."
Pues dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres… Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: "Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer la hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
Jesús responde de modo directo, acusando a sus acusadores, en texto de fuerte dramatismo, en la línea del profeta Isaías. De esa forma, él aparece como el más judío de todos los judíos, desarrollando una tradición profética, de tipo universal:
‒ Sus acusadores (escribas-fariseos) son también judíos, y muy buenos, pero en línea de ley. Quieren defender la identidad nacional israelita, expresándola en normas de pureza de comida y de separación ritual.
‒ Jesús es también judío, pero en línea de universalidad interior, abierta al amor a todos los hombre. De esa forma pone de relieve un elemento esencial del judaísmo (la hondura de la tradición profética); pero corre el riesgo de romper la “valla de seguridad israelita”, distinguiendo dos principios:
-- Por una parte está el mandato, entolê, (7, 8-9) o palabra de Dios (7, 13) que se revela por la Escritura, interpretada por Jesús y por sus discípulos (por Pablo) de una forma universal: Sólo es bueno aquello que sirve para unir a todos los hombres, desde el fondo del corazón.
-- Por otra la tradición o paradosis de los presbíteros (7, 3.8-9.13) que el Jesús de Marcos toma como creación humana, religión al servicio del sistema. En esa misma línea se pondrá más tarde Pedro (8, 33).Las leyes de separación ritual (nacionalismo religioso) son invento humano, obra de aquellos que se escuchan y buscan a sí mismos en vez de buscar a Dios.
Por fidelidad a Dios (a su palabra originaria, transmitida por la Escritura) Jesús ha superado los principios de comensalidad intrajudía, para conducirnos en éxodo nuevo al amplio espacio de lo humano, al lugar donde judíos y gentiles, (conforme al signo de la multiplicación de los panes) podemos y debemos compartir una misma palabra y comida, el diálogo y el pan, en justicia y fraternidad universal. Así rompe la familia nacional de los presbíteros (avalada por la pureza del templo) para que pueda surgir la comunión universal de los humanos.
Este problema está al fondo del llamado Concilio de Jerusalén (cf. Hech 15) y se expresa de un modo especial en el evangelio de la libertad de Pablo (cf. Gal 1-3), empeñado en lograr que todos los cristianos (procedentes de la gentilidad y/o del judaísmo) compartan el pan de manera que el misterio del único Cristo se exprese como unión familiar concreta entre los humanos antes separados. Mc 7, 1-23 nos lleva al lugar de enfrentamiento más intenso de la iglesia primitiva y ofrece su respuesta partiendo de la misma conducta de Jesús (multiplicación, curaciones) . En ella se vinculan dos principios que, pudiendo parecen opuestos en abstracto, forman la base de la libertad cristiana:
--Principio de universalidad: todos los humanos pueden y deben compartir la comida mesiánica. En la raíz de ese principio hay más que una experiencia social de solidaridad, más que una doctrina sobre la unidad del logos o la mente en los humanos; en esa raíz está la entrega de Jesús.
-- Principio de interioridad. La pureza verdadera brota y se mantiene a nivel de corazón (cf. 7, 21). Sólo allí donde los humanos se vinculan en comunidad de mesa puede expresarse de forma completa, perfecta, el valor del corazón como principio del que brotan los buenos pensamientos y deseos.
Esos principios (universalidad e interioridad) expresan la más honda aportación del evangelio. Lo que aquí se pone en juego no son unas verdades teóricas sino el bien de los pobres (hambrientos, enfermos). Jesús no ha comenzado discutiendo teorías sobre lo puro o impuro sino curando a los enfermos, ofreciendo comida a los hambrientos... Para defender sus curaciones, para mantener su proyecto de pan compartido, expone ahora su visión de la pureza interior, superando el nivel particular de escribas y fariseos y remontándose al principio de lo humano, a los mandatos primordiales de Gen 1 .
3. Una tabla de pecados... La nueva comunión humana (Mc 7, 20-23)
Y añadió: Lo que sale del ser humano eso es lo que mancha al ser humano, pues de dentro, del corazón del hombre provienen:
-- las deliberaciones malas,
-- fornicaciones, robos, homicidios,

-- adulterios, codicias, perversidades,

-- fraude, libertinaje, envidia,

-- injuria, soberbia e insensatez.
Todas estas maldades salen de dentro y manchan al ser humano.
-- Los vicios brotan de una fuente interior, del corazón humano. El mal no se halla fuera (en algunas comidas o humanos) sino en el centro de la persona (varón o mujer) que puede hacerse mala a través de su deseo pervertido. Ésta es una doctrina claramente judía (que ha hablado siempre del mal corazón, del corazón torcido…), pero que Marcos ha universalizado partiendo del mensaje de Jesús.
En ese fondo ha presentado Mc un catálogo de vicios semejante a los que ofrece la tradición judía y cristiana, desde la fornicación, robo y homicidio (signos clásicos del pecado) hasta la blasfemia, soberbia y necedad destructora de aquellos que rompen todo límite y medida de convivencia humana). La maldad de las acciones pro viene del mal corazón, no del gesto externo, tomado de un modo ritual o biologista.
Frente a la pureza básica de todo lo de fuera (es decir, de la creación en cuanto tal), Marcos desarrolla aquí la visión de un “dentro”, es decir, de un corazón (de nuevo con kardía) que puede volverse principio de impureza. Eso significa que no estamos en manos de alimentos o demonios externos que pueden mancharnos, sino de nuestro corazón, que es bueno, pero que puede volverse principio de “suciedad interna”.
Este Jesús de Marcos no dice de dónde y cómo brotan estos “malos pensamientos”, con todos los restantes vicios, sino sólo que vienen del interior del hombre, a diferencia de Pablo (cf. Rom 5), que vincula este “mal del corazón” con el "pecado" de Adán primero que llevamos dentro (o a diferencia de Mateo, que introduce la imagen de Satán, el Enemigo, que siembra en los hombres la mala semilla: 13, 24-43). Marcos se limita a decir que los malos “pensamientos” y vicios provienen del mal corazón, del corazón pervertido.
‒ Un catálogo de vicios, para uso de la Iglesia (7, 21-22).
El principio básico de Jesús (toda comida es limpia, todo humano en cuanto tal es puro) le permite (y le invita a) elaborar un “catálogo” de aquellos vicios que provienen de un corazón que se pervierte. El mal no se halla fuera (en algunas comidas, o en algunos individuos o grupos humanos especialmente pervertidos), sino en el centro de la persona (varón o mujer), que puede hacerse mala a través de su deseo pervertido.
En ese contexto se entiende este catálogo, que proviene de una comunidad judeo-helenista, y que es semejante a otros que hallamos en la tradición de la moral pagana y judía (y cristiana) de su tiempo, desde la fornicación, robo y homicidio (signos clásicos del pecado) hasta la blasfemia, soberbia y necedad destructora de aquellos que rompen todo límite y medida de convivencia humana). La maldad de las acciones proviene del mal corazón, no del gesto externo, tomado de un modo ritual o biológico.
Esa pureza, que Marcos busca y quiere promover, desde la experiencia (palabra y acción) de Jesús, sólo se puede expresar y desarrollar entre personas "liberadas" de presiones sacrales exteriores, en comunión de corazón (y de pan: tema de la “multiplicación”) entre todos los seres humanos. Los cristianos han superado así el sistema endo-gámico y endo-alimenticio de un tipo de judaísmo, enraizado en la reforma de Esdras-Nehemías, que está empezando a imponerse entre los escribas-fariseos de su tiempo. Al ofrecer y compartir el pan con todos, a campo abierto, la iglesia desborda los principios de una comensalía sacra, y de esa forma aquellos que había comenzado siendo comida compasiva (misericordia sobre Ley) acaba convirtiéndose en principio de una nueva comprensión de toda la vida humana .
Sólo el principio de la limpieza del corazón permite a los hombres y mujeres puedan comer juntos, conforme al banquete mesiánico anunciado ya en Mc 6,30-44, de manera que enfermos y marginados (cf. 6,54-56), con gentiles no judío, pueden sumarse al gran movimiento mesiánico de Jesús. Éste es el camino que los discípulos de Jesús debían haber asumido en la noche de un mar con viento adverso (cf.6, 47-53). La tarea de unificar a los humanos desde el corazón y no a través de separaciones religiosas ritualistas ha venido a situarnos de esa forma en el centro mismo del evangelio.
Esos males, que brotan del interior y que manchan al hombres, son aquí trece y pueden dividirse en un principio que puede tomarse por sí mismo (malas deliberaciones) y en cuatro unidades de tres males cada una, de manera que podemos hablar de doce males concretos, que forman como un conjunto de perversidad que proviene de dentro, pero que se expresa en el conjunto de la vida, de un modo social. De esa forma, lo más interno se vuelve “más externo”.
Marcos ofrece así un programa o esquema universal de males, que no sirven sólo para un tipo de judaísmo o cristianismo, sino para la humanidad en su conjunto, sin referencia expresamente “religiosa”. Ciertamente, el contexto cultural judío y helenista conoce tablas semejantes de “pecados” . Pero, tal como está concebida y desarrollada, esta tabla de vicios es específica del Jesús de Marcos:
1. Principio: deliberaciones malas (dialogismoi kakoi; 7, 21b). Según este Jesús de Marcos, el origen de todo mal es un “pensamiento perverso”, en forma de cálculo negativo, como indica la misma formulación del texto, que presenta estas deliberaciones como fuente y compendio de los doce males que siguen. Ciertamente, en principio, las deliberaciones en sí mismas no son malas, pero el evangelio de Marcos tiende a interpretarlas de forma negativa. Ellas no evocan simplemente un modo de pensar, sino un pensar con malicia, como ha destacado Pablo (cf. Flp 2, 14; Rom 1,21). Marcos ha empleado ya esta palabra (dia-logismoi) en el texto del perdón del paralítico (2, 1-12), donde los escribas “deliberan” en contra del perdón de Jesús (2, 6-8), y volverá a emplearla cuando los discípulos de Jesús “deliberan” (8, 16) pensando que no tienen panes, y cuando sus adversarios deliberen/calculan (11, 31) sobre la forma de responderle.
Estas deliberaciones malas dejan al hombre en manos de su propio pensamiento calculador, al servicio de sí mismo (de sus intereses individuales o grupales). Conforme a esta visión, en el principio del “pecado” no se encuentra, sin más, el mal deseo, sino el mal pensamiento, un “logos” o palabra que se retuerce sobre sí misma calculando aquello que le conviene, de un modo egoísta. Lo contrario a estos dia-logismoi es la Palabra de vida que Jesús siembra, una palabra que se acoge en fe y se abre en amor a los demás. La base de la vida humana no es calcular pensando de un modo egoísta, sino “creer” para amar.
2. Primera tríada: fornicaciones, robos, homicidios (7, 21c). Las dos últimas “perversiones” de esta terna resultan claras: del mal pensamiento brotan robos y homicidios, como saben casi todos los tratados de moral, antiguos y modernos. Más complejo resulta el sentido de la primera perversión (porneiai, fornicaciones), que puede referirse a la incontinencia sexual, pero también a la idolatría, en sentido bíblico. La fornicación original es el abandono de Dios, la adoración de los ídolos. Este segundo sentido parece aquí el más apropiado, pues del mal pensamiento proviene la fornicación-idolatría, que consiste en adorar a nuestros propios pensamientos/obras, en lugar de adorar a Dios. En esta línea se entienden los tres primeros males. Quizá podamos añadir que la idolatría aparece así como el primero de los males, es decir, como aquel que conduce al robo y al homicidio, tal como parece suponer Pablo en Rom 1, 18-32.
3. Segunda tríada: adulterios, codicias, perversidades (7, 22a). Seguimos en la línea anterior, pasando del plano más externo (robo, homicidio) al más interno, que empieza expresándose en la destrucción de las relaciones personales más profundas (adulterio), para desembocar en la codicia o deseo de adquirir siempre más, de tenerlo todo, culminando en las perversidades (ponêriai) en conjunto. También estos tres males provienen del interior, pero son básicamente de tipo familiar y social, no en una línea de destrucción de la pureza religiosa en cuanto tal (en plano intimista y/o sacral), sino más bien, de destrucción de la vida en su conjunto (partiendo del adulterio o quiebra del amor).
4. Tercera tríada: fraude, libertinaje, ojo malo (envidia) (7, 22b). Fraude es el engaño (dolos), o, quizá mejor, la mentira, que viene a imponerse y dominar sobre la vida humana. Allí donde se empieza por los pensamientos malos (los cálculos egoístas) se desemboca en el engaño general (que es el fraude, dolor), expresado en el libertinaje (aselgeia), que actúa no sólo en el campo sexual, sino en todos los planos de la vida, en los que el hombre queda a merced de sus propios deseos, que llevan, finalmente, al ojo-malo (ophthalmos poneros), que traducimos como envidia, es decir, como deseo de ocupar el lugar del otro (es decir, de destruirle).
5. Cuarta triada: blasfemia, soberbia, insensatez (7, 22c). Estos son los males supremos y empiezan poniéndonos, de nuevo, frente a Dios. El hombre que se deja llevar por el poder de sus cavilaciones pervertidas termina enfrentándose con Dios y ocupando su lugar (blasfemia), en una línea que retoma la idolatría del principio. Los escribas acusaban a Jesús de blasfemia, por perdonar pecados. Aquí son ellos, en el fondo, los que vienen a quedar como blasfemos, queriendo ocupar el lugar de Dios (poniendo sus propias tradiciones en el lugar de la voluntad de Dios: 7, 8). De esa forma se muestra, estrictamente hablando, la soberbia (hyperêphania), que consiste en querer mostrarse (brillar) por encima de lo que es uno mismo, ocupando el lugar de Dios. Todo culmina en la insensatez (aphrosynê), que es lo contrario al buen pensamiento .
‒ Conclusión.
Los cristianos actuales (siglo XXI) hemos superado en general ese tema de la “pureza” de las comidas (los alimentos en cuanto tales), pero la cuestión de fondo continúa, pues hombres y mujeres se separan y dividen entre sí por la comida, en un plano económico y social, y ella sólo puede resolverse desde la pureza interior. Para que surja la comunidad mesiánica, desbordando el plano de la ritualidad social (comidas), los discípulos del Cristo han de llegar la raíz de la pureza (nivel del corazón), que les capacite para compartir bienes y alimentos, vida y futuro, en fraternidad. A ese nivel se unen interioridad (buen corazón) y exterioridad comunitaria (mesa compartida), creando iglesia universal.
Entendida así, esta discusión de Marcos 7 es un reflejo y compendio de todo el evangelio. Decenios de despliegue y diferencia eclesiales (del 30 al 70 d.C.) han desembocado en ese texto que Marcos ha puesto en boca de Jesús, haciéndole maestro de libertad y universalidad centrada en la comida. Éstos son los núcleos de su argumento:
1. Interioridad. El mensaje de Jesús va más allá de las normas de presbíteros o ancianos (7, 5), y de esa forma supera (no necesita los) los sistemas de seguridad que ha establecido un tipo de judaísmo legal, especialmente en el plano de familia y mesa. Lógicamente, las leyes sagradas como tales pasan a segundo plano, y así lo muestra de forma sorprendente la palabra sobre el korbán (dones del templo) y los padres (7, 5-13). En su literalidad, esa palabra podrían aceptarla otros maestros judíos. Pero es nueva la fuerza que recibe y el trasfondo donde se sitúa, relativizando no sólo la liturgia del templo, sino también las tradiciones de fariseos y algunos escribas, poniendo a los hombres y mujeres ante su propia interioridad, libremente.
2. Corazón. La interioridad mesiánica va unida a la libertad personal: no es lo externo (exôthen: 7, 15.18) lo que mancha al ser humano, sino aquello que brota de dentro (esôthen: 7, 21). Asumiendo la más honda tradición profética de Israel, como auténtico judío, Jesús ha situado a los hombres ante la verdad (o riesgo de mentira) de su propio corazón. Sólo partiendo de esa fuente puede edificarse la familia mesiánica, no entendida ya en clave de poder (imposición de los presbíteros) sino de reciprocidad de dones y servicios: Dios mismo aparece así como garante de la vida (ayuda) que se ha de ofrecer a los padres necesitados, a quienes los hijos deben acompañar y ayudar, por encima de toda ley social o religiosa (7, 9-13).
3. Universalidad. Todos los principios de vinculación externa (comida o raza, poder o prestigio) acaban siendo parciales y separan a unos grupos de otros. Sólo la pureza de corazón vincula por igual a todos los humanos, en fraternidad de familia y mesa, es decir, de comunión humana. En este plano, la “religión” de Jesús viene a entenderse como “religión humana”, en el sentido estricto de la palabra; no aparece como práctica especial de un grupo aislado, sino como experiencia y (exigencia) de apertura humana y comunión, desde unos pensamientos abiertos al encuentro entre todos los seres humano. Éste es el nuevo shema (¡escuchad!) de Jesús, formulado en 7, 14.
La novedad de Marcos no se sitúa en este catálogo de doce (o trece) vicios, sino en la forma de entenderlos, desde la perspectiva del mensaje y, sobre todo, de la vida de Jesús. No estamos ante una moral de principios generales (como puede ser la que Kant ha elaborado en su Crítica de la Razón Práctica), sino ante una moral que brota del camino de Jesús y que sólo desde ese camino puede y debe interpretarse, como seguiremos viendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario