Había pasado ya bastante tiempo desde que
Jesús se había presentado en su pueblo de Nazaret como Profeta, enviado por el
Espíritu de Dios para anunciar a los pobres la Buena Noticia. Sigue repitiendo
incansable su mensaje: Dios está ya cerca, abriéndose camino para hacer un
mundo más humano para todos.
Pero
es realista. Jesús sabe bien que Dios no puede cambiar el mundo sin que
nosotros cambiemos. Por eso se esfuerza en despertar en la gente la conversión:
"Convertíos y creed en esta Buena Noticia". Ese empeño de Dios en
hacer un mundo más humano será posible si respondemos acogiendo su proyecto.
Va
pasando el tiempo y Jesús ve que la gente no reacciona a su llamada como sería
su deseo. Son muchos los que vienen a escucharlo, pero no acaban de abrirse al
"Reino de Dios". Jesús va a insistir. Es urgente cambiar antes que
sea tarde.
En
cierta ocasión cuenta una pequeña parábola. Un propietario de un terreno tiene
plantada una higuera en medio de su viña. Año tras año, viene a buscar fruto en
ella y no lo encuentra. Su decisión parece la más sensata: la higuera no da
fruto y está ocupando inútilmente un terreno, lo más razonable es cortarla.
Pero
el encargado de la viña reacciona de manera inesperada. ¿Por qué no dejarla
todavía? Él conoce aquella higuera, la ha visto crecer, la ha cuidado, no la
quiere ver morir. Él mismo le dedicará más tiempo y más cuidados, a ver si da
fruto.
El
relato se interrumpe bruscamente. La parábola queda abierta. El dueño de la
viña y su encargado desaparecen de escena. Es la higuera la que decidirá su
suerte final. Mientras tanto, recibirá más cuidados que nunca de ese viñador
que nos hace pensar en Jesús, "el que ha venido
a buscar y salvar lo que estaba perdido".
Lo
que necesitamos hoy en la Iglesia no es solo introducir pequeñas reformas,
promover el "aggiornamento" o cuidar la adaptación a nuestros
tiempos. Necesitamos una conversión a nivel más profundo, un "corazón
nuevo", una respuesta responsable y decidida a la llamada de Jesús a
entrar en la dinámica del Reino de Dios.
Hemos
de reaccionar antes que sea tarde. Jesús está vivo en medio de nosotros. Como
el encargado de la viña, él cuida de nuestras comunidades cristianas, cada vez
más frágiles y vulnerables. Él nos alimenta con su Evangelio, nos sostiene con
su Espíritu.
Hemos
de mirar el futuro con esperanza, al mismo tiempo que vamos creando ese clima
nuevo de conversión y renovación que necesitamos tanto y que los decretos del
Concilio Vaticano no han podido hasta hora consolidar en la Iglesia.
José Antonio Pagola
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3 de marzo de
2013
3 Cuaresma (C)
Lucas 13, 1-9
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