Son los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará
para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá
acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su
presencia no podrá ser sustituida por nadie. Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza.
Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?
Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”.
Esto es lo primero: “vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los
testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y
contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.
Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes.
¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido
crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del
Templo? Jesús los tranquiliza: “Yo os enviaré lo que mi Padre ha
prometido”. No les va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.
Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sobre el mundo desciende su bendición.
A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús.
Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener
viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un
“infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y
compasión.
También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el
bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida
más sano. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y
menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos corrupta.
En la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos
hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida
sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de
Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la
gente lo tiene que conocer.
José Antonio Pagola
12 de mayo de 2013
Ascensión del Señor (C)
Lucas 24, 46-53
Ascensión del Señor (C)
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