Jesús asiste a un banquete invitado por “uno de los
principales fariseos” de la región. Es una comida especial de sábado,
preparada desde la víspera con todo esmero. Como es costumbre, los
invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran prestigio, doctores
de la ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.
Al parecer, Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres.
Aquellas gentes que encuentra mendigando por los caminos. Los que nunca
son invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la
convivencia, olvidados por la religión, despreciados por casi todos.
Ellos son los que habitualmente se sientan a su mesa.
Antes de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. No es
para agradecerle el banquete, sino para sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de vida menos convencional y más humano:
“No invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a
los vecinos ricos porque corresponderán invitándote... Invita a los
pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte;
te pagarán cuando resuciten los justos”.
Una vez más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si
hace falta, esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy
respetables, pero que, en el fondo, están indicando nuestra resistencia
a construir ese mundo mas humano y fraterno, querido por Dios.
De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones
familiares, sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos
mutuamente a cuidar de nuestros intereses dejando fuera a quienes nada
nos pueden aportar. Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo.
Esclavos de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de
que nuestro bienestar solo se sostiene excluyendo a quienes más
necesitan de nuestra solidaridad gratuita, sencillamente, para poder
vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa:
“La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los
demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos
perdido el sentido de la responsabilidad”.
Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos
al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o
en promover un sistema político alternativo a otros también posibles,
sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas
que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando
por los últimos.
José Antonio Pagola
1 de septiembre de 2013
22 Tiempo ordinario (C)
Lucas 14, 1. 7-14
22 Tiempo ordinario (C)
Lucas 14, 1. 7-14
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