yo
escuché cada una de tus palabras, tu grito y tus susurros, y puse en tu
boca un canto nuevo, una voz menos urgente, menos desesperada, un canto
de evangelio, de justicia, de verdad.
Yo no quiero sacrificios estériles, u ofrendas vacías. no necesito nada de eso.
Quiero que abras el oído para escuchar mi voz, y todas las voces del mundo.
Entonces
tú me dices que estás aquí, que quieres hacer mi voluntad y yo me
alegro hasta la entraña, porque mi voluntad es tu bien, y el bien de
cada ser humano.
Proclamas la salvación ante la gran asamblea, y tu vida habla de amor, de esperanza y de Vida.
y yo, el Señor, lo sé.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj, sobre el Salmo 40
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