El Espíritu de la verdad
Jesús se
está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y abatidos. Pronto
no lo tendrán con él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta ahora ha sido
él quien ha cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y
fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo
la verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.
Jesús les habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere dejar huérfanos.
Él mismo pedirá al Padre que no los abandone, que les dé “otro
defensor” para que “esté siempre con ellos”. Jesús lo llama “el Espíritu
de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas palabras de Jesús?
Este “Espíritu de la verdad” no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la jerarquía.
Es algo mucho más profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y está en
nosotros”. Es aliento, fuerza, luz, amor... que nos llega del misterio
último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.