Lenguaje de gestos
El evangelista Juan no dice que Jesús hizo «milagros» o «prodigios». Él los llama «signos» porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo
de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús
realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora.
Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de
todos los signos. El prototipo de los que Jesús irá llevando a cabo a lo
largo de su vida. En esa «transformación del agua en vino» se nos
propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que
opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus seguidores.
Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por
excelencia, el símbolo más expresivo del amor, la mejor imagen de la
tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser
humano. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanas cuando estas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de llenar nuestro deseo de felicidad total.
El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones.
La religión de la ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay
agua capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada
por el amor y la vida que comunica Jesús.
No se puede evangelizar de cualquier manera. Para
comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son
necesarios los gestos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o
enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario
actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para
introducir la alegría de Dios haciendo más dichosa la vida dura de
aquellos campesinos.
A muchos contemporáneos la palabra de la Iglesia los deja indiferentes.
Nuestras celebraciones los aburren. Necesitan conocer más signos
cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los
cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza
de la vida.
¿Quién querrá escuchar hoy lo que ya no se presenta como noticia
gozosa, especialmente si se hace invocando el evangelio con tono
autoritario y amenazador? Jesucristo es esperado por muchos como una
fuerza y un estímulo para existir, y un camino para vivir de manera más
sensata y gozosa. Si solo conocen una «religión aguada» y no pueden saborear algo de la alegría festiva que Jesús contagiaba, muchos seguirán alejándose.
José Antonio Pagola
2 Tiempo ordinario - C
(Juan 2,1-11)
2 Tiempo ordinario - C
(Juan 2,1-11)
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