Andamos
casi todos demasiado preocupados por Mamona, en sus versiones y formas
de prima y de renta, de bancos y multinacionales, de estados de
deudas... Pues bien, Jesús nos dijo un día que no podemos "servir" al mismo tiempo a Dios y a Mamona. Servir, es decir, ponernos a su servicio.
Pero la mayoría de la pobre gente no sirve a Mamona, sino que está
esclavizada (sin haberlo buscado) por los poderes de Mamona (manejados
por otros, con nombre y apellido). Hablar de Dios a esa gente es difícil, sino se busca con ella una respuesta a los problemas del hambre...
Es difícil, pero no imposible. Y así lo hace P. Zabala, de forma admirable, como siempre. Con él os dejo este domingo, buscando a Dios, si os parece. Gracias, Pedro, todo lo que sigue es tuyo
¿Dónde encontrar a Dios?
Lo leí en Internet. Concretamente en un artículo de la Web Religión
Digital. Lo que no recuerdo es quién era el el autor. Me hubiera gustado
citarlo y volver a releer el artículo (leo muy aprisa, sobre todo si
es en pantalla. Por eso prefiero los libros: cuando encuentro algo que
me llama la atención, lo subrayo e incluso tomo algún apunte). Si mi
memoria no me falla, la idea era ésta: el griego quiere entender a Dios,
busca conceptualizarlo; de ahí vienen las racionalizaciones teológicas,
las formulaciones dogmáticas. Para el judío, Dios es misterio, no se le
puede entender, desborda nuestra capacidad. Verlo cara a cara significa
morir. Lo importante es buscarlo y encontrarlo, aunque sea bajando el
rostro.
La pregunta importante, para quienes nos situamos en la tradición
abráhamica, es dónde encontrar a Dios. Para los que nos decimos
cristianos, la primera respuesta, a bote pronto, es en Jesús, su rostro
humano. Ciertamente, su vida, su mensaje, expresado fundamentalmente en
parábolas, es una vía directa para salir al encuentro de esa realidad
envolvente que en Él se nos revela como Padre-Madre amoroso. Y a Jesús
llegamos gracias a los evangelios y a esa comunidad de creyentes que es
el Pueblo de sus seguidores, donde tantos de ellos, de la base y también
de la jerarquía, dan testimonio con sus vidas ejemplares de los que es
el trabajo por el reinado de Dios. (Lo cual no quita para que en esa
Iglesia se den también numerosos antitestimonios de conductas
escandalosas de toda índole, de quienes quieren secuestrar al mismo Dios
para afianzar su poder y que resultan mucho más noticiables que los
otros).
Pero resulta que hay otros caminos necesarios para aproximarnos a
Dios. En los seres humanos con los que cada día nos relacionamos, en los
encuentros interhumanos en los que se va forjando recíprocamente
nuestra personalidad. Especialmente con las víctimas, con los últimos.
Siempre que no volvamos la mirada, no cerremos nuestros oídos sus
sufrimientos. Si sabemos condolernos con ellos y actuamos en
consecuencia, allí está Él, aunque ni siquiera seamos conscientes de
ello.
Si sabemos entrar en nuestro interior, si hacemos el silencio para
ir más allá de nuestra mente, al profundizar en nuestro corazón nos
encontraremos con Dios. No es fácil acogerse a la interioridad, no
dejarse atrapar por distracciones externas e internas, abrir nuestro
oído íntimo a la escucha profunda. Percibir la honda comunión con el
universo y con Quien lo sustenta no es un privilegio reservado a una
minoría selecta, está al alcance de quienes se lo propongan, con una
buena guía.
La naturaleza misma con sus bellezas, de los más pequeño a lo más
inmenso, es otra vía por la que cual podamos iniciar el acceso a esa Luz
que llamamos Dios. Naturaleza con la cual estamos en una situación
doble: formamos parte de ella y al mismo tiempo estamos enfrente de
ella, podemos -debemos- escudriñar sus leyes de funcionamiento. Somos la
especie que más la ha alterado. A menudo, para mal. Como los seres
humanos somos no sólo biología, sino también historia y además sujetos
morales, tenemos también responsabilidades frente a la naturaleza. En
esa admiración por el universo, en ese cuidado por conservarlo, podemos
acercarnos a Quien puso en marcha la creación y luego no se desentendió
de la misma, sino que, desde dentro de ella respetando totalmente su
autonomía, la está alentando y vivificando. Y nosotros, creados
co-creadores, hemos de asumir esa responsabilidad, acercándonos con ello
al Señor de la Vida.
Y ¿de dónde brota ese afán que, a lo largo de la historia, hemos
manifestado los humanos por encontrar al mismo Dios?. Soy de los que
creen que esa inquietud profunda que es un anhelo de sentido, una
rebeldía por superar nuestra frágil caducidad, está en nuestras entrañas
porque Él mismo la colocó. ¿Acaso no tenemos esa sed insaciable porque
sólo al encontrarLe podemos colmarla?. Rebeldía y esperanza acompañan
esa búsqueda. No nos resignamos al absurdo y a la nada definitiva... (Pedro Zabala)
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