Y les dijo: Mi mujer… El celibato de Jesús
He
presentado hace dos días el “papiro” descubierto y publicado con gran
fiesta mediática por la profesora Karen King, de la Universidad de
Harvard (USA), autora de un libro esencial sobre el Evangelio de María
(Magdalena), texto gnóstico del II dC. En este nuevo papiro (que todos
han podido ver en la prensa, e incluso leer si saben copto sahídico),
Jesús aparece diciendo “mi esposa”. El texto copto es de lectura relativamente fácil y sus ocho líneas dicen (transliteradas):
1 na ei an tamaay as naei pv nà / 2 s peèe Mmauhths NIS èe s
3 arna mariam Mpéa Mmos a n(?) 4……………/ peèe IS nay taàime mN
5 ………snaéRmauhths naei ayv / 6i marervme euooy éawe ne
7 …anok éoop nmmas etbe p / 8 oyàikvn ……
3 arna mariam Mpéa Mmos a n(?) 4……………/ peèe IS nay taàime mN
5 ………snaéRmauhths naei ayv / 6i marervme euooy éawe ne
7 …anok éoop nmmas etbe p / 8 oyàikvn ……
La traducción (facilitada por la misma profesora y recogida por diversos medios de prensa) también es fácil:
“Mi madre me ha dado la vida… los discípulos preguntaron a Jesús... negó. María es digna de eso... Jesús les dijo: mi mujer... podrá ser mi discípula. Que los malvados se inflen... en lo que me concierne, viviré con ella por... una imagen».
Sigo pensando que el papiro puede ser auténtico, del siglo
IV dC. También me parece verosímil que sea una traducción de un texto
gnóstico griego del siglo II (hacia el año 160 dC).
Pero, como dije ya, no puede utilizarse en ningún sentido para hablar de un posible matrimonio de Jesús con María Magdalena o con otra mujer, pues no trata de un matrimonio “físico” (como aquel que aparece en Mc 10), sino de una presencia espiritual del Revelador Celeste en el alma de los fieles, en un contexto en el que (indirectamente) se plantea el tema del puesto de la mujer en las comunidades cristianas (de tipo gnóstico).
-- La madre de la que habla el texto puede ser María de Nazaret, pero mucho más probablemente alude al Espíritu de Dios, del que Jesús ha nacido.
-- María es probablemente María Magdalena, pero ya no como persona concreta, sino como figura simbólica de mujer y creyente.
-- Ella aparece como "mujer" (esposa) de Jesús... El Jesús de estos textos gnósticos viene precisamente para superar el matrimonio físico (real, propio de los hombres y mujeres hylicos, materiales, es decir, de la clase de tropa), como decía un famoso cristiano del siglo XX, y para defender sólo un matrimonio espiritual (propio de la gente elevada, dirigente, de la Iglesia).
Pero seguir diciendo (como hace K. King) que esa ocho líneas
forman parte de un Evangelio de la Mujer de Jesús (como sería paralelo
al evangelio de Tomás, el de Felipe o el de María Magdalena, surgidos al
parecer en el mismo contexto) es (por ahora) una fantasía, que podemos
perdonarle a K. King. La ocho líneas fragmentarias del texto no dan
para demostrar la existencia de todo un evangelio de ese tipo.
El texto sólo nos dice que en el siglo II dC (y por lo menos hasta
el IV en línea copta) había cristianos que entendían a Jesús como
“esposo espiritual” (en la línea de un sacramento de las nupcias
sagradas), un fenómeno bien conocido por todos los que nos hemos
dedicado un poco al tema..., un Jesús que sería contrario al matrimonio
"real" (material, hýlico).
No podemos decir que formara parte de un evangelio de la mujer de Jesús… Pero aunque fuera así, aunque descubriéramos un evangelio gnóstico del siglo II, donde se habla de la mujer de Jesús… no descubriríamos nada nuevo. Ese argumento lo conocemos muy bien los que sabemos algo de gnosis: En el siglo II, en iglesias “marginadas” por la Gran Iglesia, hubo un gran empeño por presentar a un Jesús espiritual “esposo” del alma (de hombres y mujeres), convirtiendo el cristianismo en grupo de piedad intimista.
En contra de eso, la Gran Iglesia (con Justino e Ireneo,
entre otros) optó por el Jesús social (de carne y hueso), un Jesús que
es "sarx", carne, el Jesús de la transformación humana y del
Reino de Dios, el Jesús de una iglesia donde caben todos… Una iglesia en
la que en clave espiritual el creyente puede decir que Jesús es su
esposo (como decía Santa Teresa),pero sin perder la base histórica,
social, universal de la fe cristiana y del Jesús histórico.
Para un juicio histórico y textual del tema puede verse el blog de A. Piñero (http://blogs.periodistadigital.com/antoniopinero.php/2012/09/21/p321604#more321604 ). Sobre el celibato histórico de Jesús quiero tratar en lo que sigue. Como verá el lector, no se puede “demostrar” que Jesús fuera célibe, pero todos los indicios apuntan en esa línea, como quien siga leyendo.
El celibato de Jesús no es un tema de fe (podría haber
estado casado, o ser viudo en el momento en que inició su mensaje de
Reino). Pero a lo largo de su vida pública él actúa como célibe al
servicio del Reino. En esa línea retomo en esta postal un material que
he presentado en este blog en alguna otra ocasión. Buen fin de semana a
todos.
El celibato de Jesús
La Iglesia ha centrado su mirada en la conciencia de Jesús, a quien
llama Cristo, Señor, Hijo de Dios, venerándole incluso como ser divino.
Pero Jesús no se centró en sí mismo, sino en los pobres, marginados,
enfermos y hambrientos de su entorno galileo a quienes anunciaba y
ofrecía el Reino. Probablemente, se consideraba hijo de David, pero no
en línea de superioridad, por encima de otros, sino de servicio, de
Reino.
Invocó a Dios como Padre, y se consideró su hijo, pero eso no le
distanció o separó, sino que le unió con otros hombres y mujeres, pues
se sintió llamado a compartir con ellos su experiencia. Fue un hombre
para los demás, hijo de Dios, siendo hermano y amigo de todos, de forma
que tras su muerte en cruz «aquellos que antes le habían amado, no
dejaron de hacerlo…» (Josefo, Ant. XVIII, 63-64). En ese contexto se
entiende su celibato, como forma de ser y vivir para el Reino.
1. Proyecto de Reino y familia.
La tradición israelita suponía que tanto el varón como la mujer han
de casarse, pero ya Sab 3, 13-4, 6 incluye un canto al eunuco y a la
mujer soltera/estéril, si son fieles a Dios (cf. Is 56, 3-5). En esa
línea, algunos movimientos judíos, helenistas y palestinos (terapeutas,
esenios), habían podido aceptar e incluso apoyar un tipo de celibato,
vinculado al encuentro espiritual con Dios o a motivos de pureza y
cercanía escatológica. No parece que Jesús haya sido célibe por de
pureza o espiritualismo (huída de este mundo), sino para identificarse
con los pobres, en especial con aquellos que en aquellas condiciones
sociales no podían tener una familia.
Era artesano (tektôn, cf. cap. 4), pero no conocemos su estilo de
vida anterior, y la tradición (cuidadosa en fijar el lugar de su madre y
hermanos en la iglesia; cf. cap. 3) no ha transmitido la memoria de su
esposa o de sus posibles hijos, como habría hecho si los hubiera tenido.
Ciertamente, es posible que estuviera casado antes de hacerse discípulo
del Bautista, pero no se ha conservado recuerdo de ello, en un contexto
donde su matrimonio no hubiera supuesto dificultad para la Iglesia
posterior (que tuvo, sin embargo, dificultades para situar y entender la
función de su madre y sus hermanos).
Eso, unido a su modo de vida, muestra a, mi entender, que era
célibe, no para cultivar unos valores interiores, sino por experiencia
concreta, en comunión con miles de personas que habían perdido su
familia (o no podían tenerla), y porque buscó otro tipo de comunión
donde cupieran los excluidos, solitarios y enfermos de diverso tipo. Su
celibato no importaba en sí mismo (¡los evangelios ni lo mencionan!),
sino por la forma concreta en que Jesús lo vivió, como expansión y
consecuencia de su opción de Reino. En contra de cierta iglesia
posterior (que lo exige a sus ministros), el celibato no fue para Jesús
un punto de partida, ni expresión de una condena de los lazos familiares
(o del sexo), sino un estado de vida que le permitió expresar y cumplir
su tarea, al servicio del Reino, como supone el texto sobre los eunucos
(Mt 19, 12(1).
Parece que Juan Bautista, su maestro, había sido célibe por “presura” de tiempo (¿cómo crear una familia si este mundo acaba?), y así puede haberlo sido Pablo (cf. 1 Cor 7, 29-31). En contra de eso, Jesús no lo ha sido porque el mundo acaba, sino porque empieza un tiempo nuevo, abierto a nuevas formas de amor y de apertura al Reino, que le impulsan a crear otro tipo de familia. Por eso, no rechazó el matrimonio por ascesis, sino por felicidad de Reino, no para aislarse como solitario, sino para compartir la Palabra con otros hombres y mujeres, no por carencia o miedo, sino por desbordamiento, en unión con otros carentes de familia, ante la llegada del Reino(2)
Parece que Juan Bautista, su maestro, había sido célibe por “presura” de tiempo (¿cómo crear una familia si este mundo acaba?), y así puede haberlo sido Pablo (cf. 1 Cor 7, 29-31). En contra de eso, Jesús no lo ha sido porque el mundo acaba, sino porque empieza un tiempo nuevo, abierto a nuevas formas de amor y de apertura al Reino, que le impulsan a crear otro tipo de familia. Por eso, no rechazó el matrimonio por ascesis, sino por felicidad de Reino, no para aislarse como solitario, sino para compartir la Palabra con otros hombres y mujeres, no por carencia o miedo, sino por desbordamiento, en unión con otros carentes de familia, ante la llegada del Reino(2)
Su condición responde no sólo al contexto de desintegración que se
extendía en Galilea tras la ruptura del orden antiguo (pérdida de tierra
de muchos campesinos), sino que ha de entenderse desde su servicio de
Reino. Los nuevos impulsos sociales y laborales habían destruido un
orden secular, fundado en la estabilidad e independencia de cada
familia, entendida como unidad de vida y generación para hombres y
mujeres. En consecuencia, una parte considerable de la población (sin
heredad, ni trabajo estable, es decir, sin casa/tierra) tenía dificultad
para fundar una familia en sentido antiguo. Pero él buscó y puso en
marcha un tipo de fidelidad y familia que superaba el orden patriarcal
antiguo.
En esa línea, parece haber sido célibe por solidaridad con los
pobres sin casa, e incluso con los pobres sexuales (leprosos,
prostitutas, enfermos, abandonados), que no podían mantener una relación
familiar estable, socialmente reconocida como indica su palabra sobre
los eunucos por el Reino (cf. Mt 19, 12), que se sitúa (y le sitúa) en
un espacio de marginación sexual, de tipo biológico, psicológico o
social. En su forma actual esa palabra puede haber sido recreada por una
comunidad posterior, con tendencias ascéticas, pero ella conserva un
recuerdo de Jesús y de su grupo, pues el celibato (eunucato) del Jesús
no nace de en un tipo de ascesis, sino por aceptación de una sexualidad
distinta (no patriarcal), en solidaridad con marginados y pobres.
b. Con los expulsados sexuales.
No ha sido célibe por alejamiento y pureza espiritualista (para
contemplar el misterio sin mancha), sino para desarrollar una forma
distinta de amor, superando las limitaciones del orden patriarcal, para
vivir con personas del último estrato humano y afectivo, carentes de
familia, sexualmente marginadas. Entendido así, su gesto es extrañamente
fuerte, pues le une a los que nadie unía (eunucos: Mt 19, 10-12),
abriendo nuevas formas de relación, comunidad de Reino, con varones y
mujeres sin familia o que la habían abandonado por un tiempo, para crear
nuevos tipos de solidaridad y comunión humana (cf. Lc 8, 1-3; Mc 15,
40-41).
Rompe así los moldes de su entorno, pues no acepta la función de
“padre de familia”, ni los esquemas de relación social de su entorno,
caminando rodeado de varones y mujeres, sin miedo a mantener con
ellos/ellas unas relaciones que muchos juzgaban ambiguas y acogiendo con
afecto real a los niños (cf. Mc 9, 10-13 par.). No sabemos lo que
habría hecho si el Reino hubiera llegado en Galilea o en Jerusalén, en
un sentido histórico y social, y debemos evitar las especulaciones; pero
sabemos lo que hizo mientras buscaba y promovía el Reino
(a) Trató con varones fuera de su grupo. Mc 10, 21 afirma que “amó” al hombre rico que estaba dispuesto a seguirle. Tanto Mt 8, 5-13 como Lc 7, 1-10 suponen que no criticó al “siervo querido” del centurión, que en aquel contexto parece amante homosexual. Ciertamente, el joven que le seguía y escapó desnudo del Monte de los Olivos, cuando le arrestaron (Mc 14, 51-52) puede ser una figura simbólica de Jesús o de los creyentes, a quienes nadie puede prender, pero ofrece rasgos que se sitúan (nos sitúan) en un plano abierto a diversas interpretaciones de intimidad y amor entre varones.
(b) Amó a sus los discípulos, con rasgos de fuerte intimidad dramática. Mc 4, 10-12 supone que Jesús mantenía con ellos una intensa relación de intimidad personal. En ese contexto es significativo (perturbador) el modo en que Jn 23, 23; 19, 26: 20, 22; 21, 7. 20 ha planteado su relación afectiva con “aquel a quien amaba”. Sin duda, esa relación ha de entenderse en un contexto simbólico donde el trato del maestro/iniciador con sus discípulos aparecía marcado de tintes afectivos. Pero esa forma de presentar los datos hubiera sido imposible si Jesús no hubiera mantenido una intensa relación de amor con ellos (cf. Flavio Josefo, Ant XVIII, 63-64).
(c) Se vinculó con mujeres. Jn 11, 5 sostiene que “amaba” a Marta y a su hermano Lázaro, y Lc 10, 38-39 supone que amaba de un modo especial a María, hermana de Marta, que escuchaba su palabra. Las relaciones de Jesús con María Magdalena han sido objeto de especulaciones sin base, pero es evidente que en el fondo de ellas se conserva el recuerdo de una amistad especial, que la tradición no ha podido (ni querido) borrar. Por estos y otros datos sabemos que no ha sido célibe por odio (o miedo) a las mujeres, sino para establecer con ellas una relación de respeto, intimidad y diálogo que, en aquel tiempo, resultaban infrecuentes en un contexto patriarcal . (3)
(d) En ese fondo se sitúa el tema de su orientación sexual. Ciertamente, no fue machista (o mejor dicho patriarcalista) en el sentido ordinario del término, como lo avala su forma de oponerse al poder masculino en el divorcio (Mc 10, 1-7) y su manera de referirse a los “eunucos”, solidarizándose con ellos (Mt 19, 10-12). Los evangelios le presentan valorando las mujeres, amando a varones y relacionándose con el discípulo amado (cf. Mc 10, 21; Mt 8, 5-13; textos de Jn ya citados), de manera que algunos han podido decir que tenía una tendencia homosexual (o bisexual). Pero esa interpretación va más allá de lo que dicen los textos. Lo único que podemos afirmar es que mostraba un amor abierto a varones y mujeres, y que su celibato ha de entenderse en forma de potenciación afectiva . (4)
No quiso recrear una sociedad patriarcal, con superioridad de
varones (padres), sino una comunidad donde cupieran todos (varones y
mujeres, casados y solteros, niños y mayores…; cf. cap. 15, 16), Sólo en
ese trasfondo se entiende su celibato, que no es signo de carencia o
debilidad (iba contra el mandato de ¡creced, multiplicaos!: Gen 1, 28),
sino principio de abundancia, una forma de solidarizarse con los más
pobres, abriendo para y con ellos una esperanza de familia y
resurrección, donde hombres y mujeres serán «como ángeles del cielo», en
libertad de amor (Mc 12, 15(5)
c. Un celibato al servicio del Reino.
No rechazó el matrimonio, que era signo del Reino de Dios (cf. Mc 2,
19), lugar y camino de fidelidad humana (cf. Mc 10, 7-9; cf. cap. 11), y
por eso su celibato no pudo entenderse en clave de rechazo, sino de
creación de una familia abierta a todos, especialmente a los más
necesitados. Por eso, no excluía, sino que incluía en su Reino el signo
de filiación y bodas, la comunión del Reino, con madres, hermanos,
hermanas e hijos (cf. Mc 2, 18-19; Mc 3, 31-35; 10, 30). Había en aquel
tiempo muchos que no podían casarse, por razón económica, social o
personal. Pues bien, Jesús pudo convertir esa situación en medio para la
creación de un tipo más alto de familia, en fidelidad personal de
hombre y mujer (cf. Mc 10, 11), donde hubiera un espacio afectivo de
cien madres, hermanos e hijos (cf. Mc 10, 30), como aparece al
compararle con Juan y con otros personajes significativos.
a. El celibato de Juan Bautista responde a su visión del fin de este mundo: El tipo actual de sociedad está acabando y no es posible crear y educar una familia en el pequeño tiempo restante. Por eso, sus seguidores parecían el resto liberado de un naufragio, más que germen de nueva humanidad. Pero Jesús ha sido célibe al servicio de la nueva familia de Reino: hermano de los pobres, levadura de Reino, en un contexto de relaciones rotas, superando el patriarcalismo dominante de algunos y la marginación de otros.
b. Moisés convocó y lideró a los hebreos, aplastados bajo el Faraón, para dirigirse con ellos a la tierra prometida. Jesús inició un éxodo de Reino con los oprimidos y expulsados de su tiempo, no para buscar una tierra distinta (prometida), sino para plantar el Reino en Galilea (pasando por Jerusalén). Ciertamente, podría haberse casado como Moisés y haber tenido hijos, pero la urgencia de la hora y la radicalidad de su obra parecen haberle impulsado al celibato.
c. Elías se opuso también a la opresión de Jezabel (reina que aparece como idólatra), para sostener e impulsar a los fieles de Yahvé, iniciando con ellos un camino fidelidad social y religiosa. No conocemos sus relaciones familiares, pero la Escritura le presenta sin hijos ni esposa, dedicado a la causa de Israel, en la línea de Jeremías, quien aparece ya expresamente como célibe (cf. Jer 16, 1-4). En esa línea parece avanzar Jesús, para anunciar y preparar la llegada del Reino, con los enfermos y expulsados, que eran su auténtica familia.
d. David levantó en armas a sus “valientes”, héroes de la guerra (los treinta de 2 Sam 23, 8-39) para iniciar conquistar Jerusalén, fundando así el reino, y por eso le venimos comparando con Jesús. Pero su historia está llena de matrimonios, rupturas y tragedias familiares. En contra de eso, Jesús, nuevo David, apoyado en sus Doce, abrirá un camino de fidelidad familiar (afectiva) que culminará en Jerusalén, con los pobres y excluidos, que su auténtica familia, de manera que en la última cena, podrá integrarles en su mismo cuerpo mesiánico .(7)
Asumiendo y transformando la tarea de esos israelitas antiguos,
Jesús despertó gran amor y entusiasmo, pues le escucharon y siguieron
multitudes de pobres y enfermos, excluidos de la vida, que provenían,
casi siempre, de las clases oprimidas de Galilea. De esa forma, él pudo
ser signo de familia para muchos sin familia, tanto varones como
mujeres. No le podemos presentar como patriarca y progenitor ejemplar
(como Adán o Abrahán), pues no engendró hijos por su semen (de su misma
carne), pero pudo presentarse como hermano universal, por la Palabra,
capaz de abrirse en amor más extenso, especialmente hacia a los
rechazados del sistema.
d. Excurso. Otra forma de familia.
No ha sido garante del orden establecido, expulsando a los
marginados, ni profeta exclusivo de los rechazados, para luchar contra
los ricos, sino mensajero de un Reino que se abre desde los pobres a
todos, instaurado su nueva familia, desde el margen de la sociedad,
iniciando, desde los carentes de familia y tierra, un proyecto universal
de comunicación o Reino (Mc 10, 30; cf. Mc 3, 31-35)(8).
Supo que el Reino ha de venir aún, pues la vida de los hombres y
mujeres (y de un modo especial en Galilea) no responde a las promesas de
Dios y al sentido de su creación; por eso quiso proclamarlo e
instaurarlo, retomando, de un modo radical, la tarea de los grandes
creadores de Israel (Moisés, Elías y David…), con los carentes de
familia, los perdidos y enfermos (cf. Mc 6, 34; Mt 9, 36):
El radicalismo ético de la tradición sinóptica era un radicalismo itinerante que podía practicarse únicamente en condiciones extremas y marginales. Sólo alguien aquel que se había desligado de los lazos cotidianos con el mundo; aquel que había abandonado hogar y tierras, mujer e hijos; aquel que había dejado que los muertos enterraran a los muertos y que tomaba como ejemplo los lirios y los pájaros, podía practicar y trasmitir con credibilidad ese ethos (forma de vida y conducta). Ese ethos sólo podía practicarse dentro de un movimiento de marginados. No es de extrañar que en la tradición encontremos incesantemente marginados: enfermos y discapacitados, prostitutas y “tunantes”, recaudadores de impuestos e hijos perdidos. Por su estilo de vida, los carismáticos eran personas marginadas en su sociedad; pero, por sus convicciones, representaban valores centrales de dicha sociedad: el mensaje acerca del solo y único Dios, que se impondría pronto en contra de todos los demás poderes(9)
Así, acompañado de pobres, pecadores, prostitutas y “tunantes”,
lejos de los valores de aquella sociedad, Jesús pudo ser signo y
principio de esperanza mesiánica, es decir, de familia del Reino,
sabiendo que en ella los primeros son los niños abandonados, con los
pobres (sin familia real), a los que Jesús dirige su primera
bienaventuranza (cf. Mc 9, 33-37; 10, 13-16; Lc 6, 20), los campesinos
sin campo, prôjoi o mendigos, sin medios de vida... habitantes de aldeas
dominadas por los nuevos ricos de las ciudades (Séforis, Tiberíades)
que controlan la riqueza de las tierras. Más que pobres por naturaleza
eran empobrecidos por injusticia social, víctimas del proceso económico
que se está imponiendo en Galilea, en contra de la promesa de Dios(10)
Así ha marcado el comienzo de una revolución de familia, sin
patriarcas varones con dominio sobre todos, ni gobernantes con poder
sobre los súbditos, ni sacerdotes que dirigen la vida del resto de la
comunidad, sino comunión de todos, lo que implica un cambio radical en
la vida de las personas y las instituciones (11).
No ha creado una nueva “religión” en sentido actual, sino un
movimiento de renovación, desde los estratos inferiores de la sociedad,
entre los pobres y excluidos. No ha querido fortalecer el orden que
había (con sacerdotes, jefes, padres de familia), sino que ha propuesto
un estilo nuevo de vida, vinculado a su celibato al servicio de la
familia del Reino. No ha querido restaurar lo dado, aunque en forma
“mejor”, sino crear una comunidad o familia de amigos, desde los más
pobres, aunque abierta a todos (12) .
NOTAS
1 Su situación de célibe responde al proyecto y tarea del Reino.
Ciertamente, no puede demostrarse de un modo absoluto que lo fuera, y
algunos investigadores han supuesto que podía haber sido viudo y sin
hijos. Otros, más fantasiosos, han hablado de sus relaciones con
Magdalena o de su apertura afectiva más extensa (un tipo de “amor”
extendido hacia hombres y mujeres, de forma no genital). Otros, en fin,
aseguran que, tras la venida del Reino (si hubiera llegado, sin que le
hubieran matado) él se habría casado, iniciando un matrimonio
distinto…Pero nada de eso sabemos, nada se puede apoyar en fuentes. Lo
único cierto es que en el tiempo de su ministerio de Reino, desde su
misión con Juan, pasando por su mensaje en Galilea, hasta su muerte, fue
célibe, sin que tuviera que defender o comentar su opción (a no ser de
un modo indirecto, en Mt 19, 12), a diferencia de Pablo (1, Cor 7, 7).
En esa línea, algunos han supuesto que, si Pablo hubiera sabido que
Jesús fue célibe, se hubiera apoyado en ello para defender el celibato, y
al no hacerlo se puede suponer que pensaba que Jesús estuvo casado.
Pero ese argumento no prueba, pues Pablo apenas apela a Jesús para
defender sus posturas. De todas formas, esta reflexión sobre el
celibato y familia de Jesús no puede absolutizarse, pues él podría haber
sido Hijo de Dios y Redentor con mujer e hijos. Pero, si los hubiera
tenido, ello se hubiera conocido, pues la tradición cristiana ha sido
cuidadosa en mantener la memoria de sus familiares (cf. Mc 3, 20.31-35;
d, 1-6). En la iglesia de Jerusalén, sus familiares han recibido el
título honorífico de «hermanos del Señor», que les reconoce el mismo
Pablo (cf. Gal 1, 19; 1 Cor 9, 5), y María, su madre, aparece como
Gebîra o Madre del Señor (Lc 1, 43); en esa línea, su esposa e hijos,
hubieran cumplido una función importante.
2 Cf. J. P. Meier, Un judío marginal I, Verbo Divino, Estella
1997, 341-354. Cf. también H. Hübner, Zöllibat in Qumrán: NTS 17
(1970/1971) 153-167; H. Stegemann, Los esenios, Qumrán, Juan Bautista y
Jesús, Trotta, Madrid 1996. En otra línea, cf. H. Cáceres, Jesús, el
varón. Aproximación bíblica a su masculinidad, Verbo Divino, Estella
2011; Cf. D. B. Martin, Sex and the Single Saviour: Gender and Sexuality
in Biblical Interpretation, J. Knox, London 2006; M. Broshi, Matrimony
and poverty. Jesus and the Essenes: Rev. Qumran 19 (2000) 629-634; J. D.
Amador, Eunuchs and the gender Jesus: Matthew 19.12 and transgressive
sexualities: JSNT 28 (2005) 13-40; X. Tilliette, Unverwundete Natur?
Über die Keuschheit Jesu: IKZ Communio 34 (2005) 90-94.
3 Hay mucha bibliografía sobre el tema y es difícil valorarla. A
modo de ejemplo, cf. H. Moxnes, Poner a Jesús en su lugar, Verbo
Divino, Estella 2005 y H. Cáceres, Jesús, el varón, Verbo Divino,
Estella 2011; Th. Matura, Radicalismo Evangélico, I. Vida Religiosa,
Madrid 1980. Cuando algunos apócrifos, como Ev. Felipe 55, dicen que
quería y besaba en la boca a Magdalena, han de entenderse en sentido
figurado, pues son de tendencia gnóstica.
4 Cf. T. W. Jennings, The Man Jesus Loved: Homoerotic narratives
from de New Testament, Pilgrim Press, Cleveland 2003; S. van Tilborg,
Imaginative Love in John, Brill, Leiden 1993.
5 Fue varón y aparece relacionándoles con varones y mujeres (y
niños), pudiendo aparecer como ejemplo de una sexualidad (varonilidad)
que no está hecha de represiones o limitaciones (con un rol particular
para varones), sino de apertura afectiva y de comunicación abierta en
igualdad a varones y mujeres. Un tipo de moralidad posterior de la
Iglesia ha silenciado esta novedad de su figura.
6 Sobre la experiencia de fondo de Jesús, cf. Th. Matura, El
radicalismo evangélico, Claretianas, Madrid 1980; J. M. R. Tillard, El
proyecto de vida de los religiosos, Claretianas, Madrid 1974; L.
Legrand, La doctrina bíblica sobre la virginidad, Verbo Divino, Estella
1976. Ha estudiado el tema desde diversas perspectivas S. Guijarro,
Fidelidades en conflicto. La ruptura con la familia por causa del
discipulado y de la misión en la tradición sinóptica, Pontificia,
Salamanca 1998; La familia en el movimiento de Jesús: Estudios Bíblicos
61 (2003) 65-83; Dios Padre en la actuación de Jesús: Estudios
Trinitarios 34 (2000) 33-69; Reino y familia en conflicto: una
aportación al estudio del Jesús histórico: Estudios Bíblicos 56 (1998)
507-541; La familia en la Galilea del siglo primero: Estudios Bíblicos
53 (1995):461-88; Kingdom and Family in Conflict. A Contribution to the
Study of the Historical Jesus, en: J. J. Pilch (ed.), Social Scientific
Models for Interpreting the Bible. Essays by the Context Group in Honour
of Bruce J. Malina, Brill, Leiden 2001, 210-238.
7 Cf. Mc 14, 22 par. En Fiesta del pan, fiesta del vino, Verbo
Divino, Estella 2006, he destacado la vinculación de Jesús con sus
discípulos y amigos, desde su mensaje y opción de Reino.
8 Jesús ha sido portador de un proyecto político y social, desde
los marginados y pobres. Cf. R. Aguirre, Del Movimiento de Jesús a la
Iglesia cristiana, Verbo Divino, Estella 1998; Ensayo sobre los orígenes
del cristianismo. De la religión política de Jesús a la religión
doméstica de Pablo, Verbo Divino, Estella 2001; S. C. Barton,
Discipleship and family ties in Mark and Matthew (SNTS Mon. Ser 80),
Cambridge UP 1994; G. Lohfink, La Iglesia que Jesús quería, Desclée de
Brouwer, Bilbao 1986.
9 G. Theissen, El Movimiento de Jesús, Sígueme, Salamanca 2005,
81. Cf. E. Miquel, Amigos de esclavos, prostitutas y pecadores, Verbo
Divino, Estella 2007
10 La familia de Jesús está formada no sólo por los pobres (que
pueden curar a los ricos), sino también por los ricos que les acogen,
formando entre todos comunión de Reino.
11 El centro de Jesús no ha sido el celibato ni el matrimonio, sino
el Reino, una comunión universal humana. Así ha iniciado una revolución
que no ha culminado todavía, porque, en general, el cristianismo
posterior ha retomado (y en parte reforzado) las estructuras
patriarcales del entono.
12 No ha sido sacerdote, sino laico: No ha querido transformar la
religión desde arriba, con especialistas sagrados, sino desde la base de
la vida humana, al servicio de una humanidad distinta. No ha sido padre
de familia, con poder para mandar sobre el conjunto de su casa, sino
hermano y amigo de todos. No ha sido marido, para instaurar muevas
formas de relación jerárquica esponsal, sino un hombre (ser humano) para
los demás, en un grupo inclusivo y abierto, de varones y mujeres,
ancianos y niños
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