21 de octubre de 2012 (Marcos 10, 35-45)
Mientras suben a Jerusalén, Jesús va anunciando a sus discípulos el destino doloroso que le espera en la capital.
Los discípulos no le entienden. Andan disputando entre ellos por los
primeros puestos. Santiago y Juan, discípulos de primera hora, se
acercan a él para pedirle directamente sentarse un día "el uno a su
derecha y el otro a su izquierda".
A Jesús se le ve desalentado: "No sabéis lo que pedís". Nadie en el grupo parece entender
que seguirle a él de cerca colaborando en su proyecto, siempre será un
camino, no de poder y grandezas, sino de sacrificio y cruz.
Mientras tanto, al enterarse del atrevimiento de Santiago y Juan,
los otros diez se indignan. El grupo está más agitado que nunca. La ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos para dejar claro su pensamiento.
Antes que nada, les expone lo que sucede en los pueblos del imperio
romano. Todos conocen los abusos de Antipas y las familias herodianas
en Galilea. Jesús lo resume así: Los que son reconocidos como jefes
utilizan su poder para "tiranizar" a los pueblos, y los grandes no hacen
sino "oprimir" a sus súbditos. Jesús no puede ser más tajante: "Vosotros, nada de eso".
No quiere ver entre los suyos nada parecido: "El que quiera ser
grande, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, que sea
esclavo de todos". En su comunidad no habrá lugar para el poder que
oprime, solo para el servicio que ayuda. Jesús no quiere jefes sentados a su derecha e izquierda, sino servidores como él, que dan su vida por los demás.
Jesús deja las cosas claras. Su Iglesia no se construye desde la
imposición de los de arriba, sino desde el servicio de los que se
colocan abajo. No cabe en ella jerarquía alguna en clave de honor o dominación. Tampoco métodos y estrategias de poder. Es el servicio el que construye la comunidad cristiana.
Jesús da tanta importancia a lo que está diciendo que se pone a sí
mismo como ejemplo, pues no ha venido al mundo para exigir que le
sirvan, sino "para servir y dar su vida en rescate por muchos". Jesús no enseña a nadie a triunfar en la Iglesia, sino a servir al proyecto del reino de Dios desviviéndonos por los más débiles y necesitados.
La enseñanza de Jesús no es solo para los dirigentes. Desde tareas y
responsabilidades diferentes, hemos de comprometernos todos a vivir con
más entrega al servicio de su proyecto. No necesitamos en la Iglesia
imitadores de Santiago y Juan, sino seguidores fieles de Jesús. Los que quieran ser importantes, que se pongan a trabajar y colaborar.
José Antonio Pagola
muy interesante dificil entender pero mas dificil es ser fiel a jesus como se hace???
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