sábado, 17 de noviembre de 2012

Año de la Fe. 1. Los "credos" de Israel


Por voluntad del Papa Benedicto XVI se está celebrando el Año de la Fe. Por eso es bueno recoger las confesiones o credos cristianos, empezando por los israelitas (tema de hoy), pasando por la confesión de fe de Jesús, para detenernos después en las confesiones de fe de la Iglesia.
Esta serie del año de la fe tendrá, Dios mediante, cinco postales. Con ellas ofrezco mi pequeña contribución al mejor conocimiento del Credo... Comienzo diciendo que nuestra fe básica sigue siendo la fe israelita.
1. Introducción. Religiones e historia de Israel
Los credos son fórmulas muy condensadas que expresan la identidad religiosa de un grupo, condensan su visión de Dios y delimitan la frontera social de sus miembros. Por un lado, tienen carácter teológico: unos creyentes se atreve a expresar con palabras su visión de lo divino, definiendo el contenido de su fe. Por otro tienen un rasgo social: los creyentes, asumen la misma confesión y así se unen y separan de otros grupos religiosos. De un modo introductorio, podemos precisar cuatro tipos de confesiones significativas, que se distinguen según las religiones, conforme a la historia y culturas de la humanidad:

− Religiones cósmicas e imperiales. En general, proclaman de un modo solemne la supremacía de un Dios que ha vencido al Caos e impuesto su imperio salvador sobre el mundo o la ciudad (estado), donde se celebra su culto. Así lo muestran los textos cananeos de Ugarit: ¡Mlkn Aliyn B'l!, ¡Nuestro Rey es Ba'lu, el Poderoso! (Texto 51, IV, 43). En esa línea avanza la religión imperial de Babilonia, donde el Dios de la Naturaleza (vencedor del caos) se vuelve Señor y garante del orden social, conseguido en guerra (cf. Enuma Elish IV, 5; V, 110). La confesión implica, según eso, sumisión y fidelidad al Poder establecido.
− Hinduismo. Como religión mística, que no ha sentido la exigencia de formular su fe en los límites de un determinado credo social, el hinduismo es generoso. Todo lo que exprese una experiencia de apertura hacia el misterio vale como signo religioso. No hay una norma que unifique los caminos y experiencias de los fieles. Lo divino se revela de múltiples maneras, sin que una se pueda imponer sobre las otras, sin control de fe o de rito. A pesar de eso, el despliegue de las Upanishadas ha podido introducir un tipo de confesión fundamental: la identidad de Atmán (absoluto interior) con Brahmán (absoluto divino).
− Ciertos grupos budistas han podido elaborar una confesión que integra aspectos de tipo más doctrinal y otros de carácter más histórico y social, como en la doctrina de las tres 'joyas' o valores del hombre religioso. ¡Me refugio en Dhamma!: acepto la ley universal de la realidad. ¡Me refugio en Budha!, maestro interior de la verdad, que se ha mostrado por el príncipe Gautama. ¡Me refugio en Sangha!, comunidad de monjes que asumen y recorren compasivos el camino de salvación.
− Las religiones monoteístas y proféticas son las únicas con una confesión de fe estricta que centra y compendia su visión de Dios y la respuesta o compromiso de los fieles que la ratifican en su vida individual y comunitaria. El judaísmo no tiene confesión oficial, pero el Shema (fundado en Dt 6, 4-5) puede hacer sus veces. El islam ha elaborado una Sahada o confesión centrada en el carácter único de Allah y la mediación de Muhammad, profeta. El cristianismo ha fijado su fe en los credos de Nicea y Constantinopla ( IV d. C).
Partiendo de este esquema, evocaremos las confesiones bíblicas, desde las más significativas de Israel hasta. las cristianas.
La confesión judía
se ha constituido acogiendo y vinculando fórmulas significativas de la historia israelita, conforme a este esquema, que es, sin duda, convencional, pero refleja la dinámica de su experiencia religiosa. Más que una ortodoxia separada de la vida es la vida entera de un pueblo la que se expresa en su credo.
1. Yahvé es Rey, confesión cósmica. Sigue en la línea de las religiones cósmicas e imperiales (de Ba’lu o Marduk). El Dios israelita, vinculado al recuerdo de los antepasados y a la experiencia del Horeb-Sinaí (cf. Ex 3-4), aparece como Rey del cosmos: despliega su señorío en la tormenta, cabalgando sobre el carro de nubes, firme en su Trono, venerado por los fieles que le acogen y aclaman: “¡Gloria! Yahvé se asienta como Rey eterno” (cf. Sal 29, 10). Así lo ratifica la sentencia introductoria de los salmos reales: Yahvé reina (Sal 93, 1; 97, 1; 99, 1; cf. 47, 3.9). Porque ha vencido al caos primigenio, porque ratifica su poder sobre la tierra, en la tormenta y lluvia, y actúa como Juez supremo, Yahvé es Rey o Señor de todo lo que existe.
2. Yahvé Nuestro-Dios, confesión como pacto. Lo formuló Josué, tras la entrada en Palestina, como gran alternativa ante los israelitas, que deben elegir entre Yahvé o los dioses palestinos. El pueblo en conjunto responde: “Yahvé es Nuestro-Dios (Elohenu) y así le serviremos” (Jos 24, 17-18). En tiempo de Elías se repite la alternativa, entre Ba’lu y Yahvé; y de nuevo escoge bien el pueblo, en elección festiva, de grandes consecuencias religiosas y sociales: Yahvé hu ha-Elohim (Yahvé, él es nuestro Dios: 1Rey 19, 39). Esta es una confesión de alianza del pueblo que responde a Dios se compromete a mantenerse fiel a su presencia.
3. Memoria de liberación, credo histórico. Expresa la raíz de la historia israelita, repetida y confesada por el pueblo que asume la palabra de Dios que dice: “Yo soy Yahvé, tu Dios, que te he sacado de Egipto” (Ex 20, 2; Dt 5, 6; cf. 1Rey 12, 28; Jer 2, 6 etc). Esas palabras se expandieron como credo histórico: "Mi padre era un arameo errante; bajo a Egipto y residió allí con unos pocos hombres... Pero los egipcios nos maltrataron y humillaron... Gritamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria... y nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido y nos trajo a este lugar..." (Dt 25, 5-10; cf. Jos 24, 2; Sal 136, 78). Este credo define a Dios como aquel que ha liberado a los hebreos oprimidos, dándoles la tierra, es confesión constituyente de Israel, pueblo unido por el recuerdo de la liberación.
4. Mandato de Dios, confesión histórico-legal. Expande y ratifica los credos anteriores en una fórmula de fe que cada padre transmite a su progenie: "Cuando mañana pregunte tu hijo: ¿qué son estos mandatos y decretos que os mandó Yahvé... responderás: Éramos esclavos de Faraón en Egipto y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte... para traernos y darnos la tierra que había prometido a nuestros padres" (Dt 6, 20-24). Este es un credo histórico (centrado en el recuerdo de la acción de Dios), familiar (cada padre ha de enseñarlo a sus hijos) y social, pues cada familia forma parte del pueblo de los liberados por Dios, comprometidos a cumplir sus mandamientos.
5. Amarás a tu Dios: confesión afectivo-pactual. Ha terminado siendo la más conocida e importante y se condensa en el shema (=escucha). El pueblo nace y se configura escuchando una palabra de Dios, que le eleva y le capacita para responder con amor a la comunidad: "Escucha Israel, Yahvé Nuestro-Dios es un Dios único. Amarás a Yahvé tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado..." (Dt 6,4-8). Esta confesión es pactual, pues expresa e incluye la alianza de Dios con su pueblo. Es fundante, pues no alude todavía a mandatos concretos (como el caso anterior), sino a la raíz que los sustenta y unifica, vinculando al pueblo con Dios, en amor o fidelidad básica.
En Israel había, por tanto, diversas confesiones de fe, que vinculaban al pueblo con Dios y confirmaban el compromiso de Dios con sus elegidos. En ellas resultan esenciales tanto el rasgo histórico (elección y liberación) como el pactual, que se expresa en la experiencia de amor y se expande en la exigencia de cumplir una mandatos comunes, que vinculan en comunión de afecto al pueblo. Es significativo el hecho de que el shema haya acabado siendo el credo central de la identidad judía, pues destaca la escucha primera de Dios (que funda en amor a los creyentes) y la exigencia gozosa de responderle en amor

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