Bandera discutida

El encuentro es conmovedor. Simeón reconoce en el niño, que trae
consigo aquella pareja pobre de judíos piadosos, al Salvador que lleva
tantos años esperando. El hombre se siente feliz. En un gesto atrevido y
maternal, «toma al niño en sus brazos» con amor y cariño grande.
Bendice a Dios y bendice a los padres. Sin duda, el evangelista lo presenta como modelo. Así hemos de acoger al Salvador.
Pero, de pronto, se dirige a María y su rostro cambia. Sus palabras
no presagian nada tranquilizador: «Una espada te traspasará el alma».
Este niño que tiene en sus brazos será una «bandera discutida»: fuente
de conflictos y enfrentamientos. Jesús hará que «unos caigan y otros se
levanten». Unos lo acogerán y su vida adquirirá una dignidad nueva: su
existencia se llenará de luz y de esperanza. Otros lo rechazarán y su
vida se echará a perder: el rechazo a Jesús será su ruina.
Al tomar postura ante Jesús, «quedará clara la actitud de muchos
corazones». Él pondrá al descubierto lo que hay en lo más profundo de
las personas. La acogida de este niño pide un cambio profundo. Jesús no viene a traer tranquilidad, sino a generar un proceso doloroso y conflictivo de conversión radical.
Siempre es así. También hoy. Una Iglesia que tome en serio su conversión a Jesucristo, no será nunca un espacio de tranquilidad sino de conflicto.
No es posible una relación más vital con Jesús sin dar pasos hacia
mayores niveles de verdad. Y esto es siempre doloroso para todos.
Cuanto más nos acerquemos a Jesús, mejor veremos nuestras
incoherencias y desviaciones; lo que hay de verdad o de mentira en
nuestro cristianismo; lo que hay de pecado en nuestros corazones y
nuestras estructuras, en nuestras vidas y nuestras teología.
José Antonio Pagola
Sagrada Familia - B
(Lucas 2,22-40)
(Lucas 2,22-40)
28 de diciembre 2014
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